Carta que el jefe de los Sioux escribió en 1855 al presidente Franklin de los Estados
Unidos en respuesta a la carta que éste envió en 1854
El gran jefe de Washington manda palabras, quiere comprar nuestra tierra.
El gran jefe también manda palabras de amistad y bienaventuranza. Esto
es amable de parte suya, puesto que nosotros sabemos que él tiene muy
poca necesidad de nuestra amistad. Mis palabras son como las
estrellas: nada ocultan.
¿Cómo se puede comprar o vender el cielo y el calor de la Tierra? Esta idea
es extraña para nosotros. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura
Por todo ello cuando el gran jefe blanco de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado.
También el gran jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podamos
vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y
nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras
tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros. El agua
cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente el agua, sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestra
tierra deben recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos
que es sagrada, y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de
los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El
murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.
Cuando el último Piel roja de la tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas praderas aún
contendrán los espíritus de mi gente, porque ellos aman esta tierra como el
recién nacido ama el latido del corazón de su madre.
Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la
hemos amado. Cuídenla como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus
mentes la memoria de la tierra tal y como estaba cuando se la entregamos.
Y con todas sus fuerzas, con todas sus ganas, consérvenla para sus hijos y
ámenla, así como Dios nos ama a todos.
Una cosa nosotros sabemos: nuestro Dios es el mismo Dios de ustedes, esta
tierra es preciosa para Él. Y el hombre blanco no puede quedar excluido de
un destino común.
En la carta de Xiuhcoalt se revelan los siguientes principios antropológicos: el ser humano es un ser sabio, sabe que la naturaleza es sagrada
y que el cosmos es un entramado de vida en el cual todos se saben parte
del mismo. La gran comunidad cósmica es la comunión de todos los seres;
todo está conectado con la gran familia cósmica, las estrellas, los espíritus
de los antepasados, los animales, las plantas, los ríos, la naturaleza y los
seres humanos; en esa familia cósmica los seres humanos son corresponsables de la armonía vital
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